La antítesis
perfecta de las películas baratas hechas para la televisión son las
series caras en formato de cine. La antítesis perfecta de estas
series es la demás televisión –por sobre todas las cosas, los
reality shows. No digo que las series que no son caras sean
necesariamente malas pero la guita bien usada, como HBO, Netflix, AMC
y BBC lo han probado, sí asegura no sentir culpa a la hora de
sentarse a ver horas de televisión. Asegura, en resumen, excelentes
libretistas, directores, locaciones, actores, vestuario: televisión
inteligente.
Televisión
inteligente que apunta a un público inteligente. Es más arrogante
decirlo que el hecho mismo de que así sea. Pero es. Apuntan a un
público teleVidente que no requiere de las repeticiones
constantes a las que los libretistas de medio pelo lo someten, que no
resiste el drama mal elaborado ni llora con las lágrimas de
cocodrilo de la modelo de moda, que no se calienta con las tetas y el
culo de la ya mencionada ni con los músculos del modelo de revista,
que no acepta los diálogos ni el humor obvios de situaciones que ni
sorprenden ni emocionan, que no se deslumbra con la pureza de raza ni
con el conservadurismo de las historias, que no espera un final feliz
o justo. Un público que condena la falta de verosimilitud y de
estética.
Esta
televisión que inicia con Oz de HBO en 1997 se caracteriza
por producir no más de trece episodios por temporada, en varios
casos muchos menos (Sherlock tres, True Detective
ocho, The Fall cinco, so on). Por tener productores y
directores o del nivel Scorsese (Boardwalk Empire) o del nivel
de Dunham (Girls), que parecen antítesis: el uno ya hecho y
la otra por hacerse, el uno vanguardia establecida y la otra
vanguardia en desarrollo. Por tener actores en la mayoría de los
casos, aunque no es norma, de cine (Steve Buchemi, Mattew
McConaughey, James Gandolfini, Kevin Spacey) o desconocidos en el
mainstream televisivo (John Hamm, Lena Dunham). Por tener libretistas
brillantes (David Chase, Lena Dunham, Nic Pizzolato).
Gracias
a estas características, esa televisión puede ser (ha sido)
considerada artística. Me parece, sin embargo, que su inscripción
definitiva en el arte pasa cuando se libera de la representación del
“deber ser” moral y ético. La televisión ha estado condenada a
mostrar paradigmas positivos sociales y lo ha hecho a través de la
moral inquebrantable de sus personajes protagónicos o, en caso de que tal moral patine, de su
redención: esos personajes
siempre terminan haciendo lo correcto –de acuerdo, claro está, con
la correctividad política del momento. Así, una variedad que va
desde
Smallville, Supernatural,
Night Rider,
hasta Law and Order,
Miami Vice,
CSI,
The A Team,
pasando por Bay Watch, The OC, y
un larguísimo etcétera en
donde reinan los Sitcomes.
Compaginar el ser/hacer del personaje con un proyecto ideológico
social y hasta nacional, ha sido el propósito claro de la
televisión. Pero series como Boardwalk
Empire, The Sopranos, Girls, Breaking Bad, Mad Men, Weeds, The Fall,
Veep, House of Cards, Games of Thrones, True Detective, True Blood,
Six Feet Under, The Wire,
etc.,
contienen la ausencia absoluta del ejemplo y sus personajes oscilan
entre la ambigüedad de su ser (Hannah Horvath, Nancy Botwin, Don
Draper, Stella Gibson, Rustin
Cohle, etc.)
y la total amoralidad (Tony Soprano, Nucky Thompson, Francis
Underwood, etc.).
Ambigüedad
y amoralidad que no son celebradas pero tampoco condenadas al
interior de las series, ni siquiera cuando los personajes son
reprendidos. Ambigüedad y amoralidad que leo como la voluntad
realista de esa televisión (que ha sido el objetivo claro de
toda la televisión) no en su sentido mimético sino en el de “lo
real” lacaniano: mostrar lo que no se puede verbalizar, lo que no
se puede controlar, por lo tanto, lo que no se puede ni celebrar ni
castigar. Liberarse del buen ejemplo acerca la televisión al arte,
no solo como un espacio estético, la televisión ya lo es, sino de
expresión de lo humano que es molesto y terrible, hermoso y loable.
Porque el arte no es el espacio en
el que se impone lo que debería ser
sino que muestra lo que es lo humano.